miércoles, 27 de enero de 2010

Septiembre imaginario








Ausencias ejercitadas todo al rojo, sale negro

parchís hermafrodita, musas a mil duros la hora

de repente enamorado

de repente una rosa de Luís Fernández

oscuramente perfecta, como de iridio

de repente la culminación que se deja para mañana

y el aliento de suspiro



eternamente joven, hablo de amor con las pasas de mi desayuno

intentos de ser el peor en lo peor

genética malfórmica, mal de Noonan,

salmos subrayados con tinta de esperma,

enamorarse de una histriónica



de repente sin excusas, con el tiempo infinito

las huídas que saben a Marsella

al último trago de tus pupilas

a vinilos rayados que le pongo a mi madre para que piense

a la peligrosa mentira que pudiera alejarte



malditos los caminos, los versículos que te escribí de enamorado

los silencios entre líneas

la sal de nuestras vidas

los poemas que hablan de amores terminados

las vísceras del amor

y el rencor no perdonado.

viernes, 22 de enero de 2010

Si pudiera retroceder en el tiempo sabiendo lo que ahora se…


“Si pudiera retroceder en el tiempo sabiendo lo que ahora se” es posiblemente una de las frases que más veces le he escuchado repetir a mi anciana abuela, por lo que se puede decir que he crecido imaginándome cómo me las arreglaría para revivir todos y cada uno de esos momentos de mi vida en los que quizá no me hubiera callado, quizá hubiera ido o dejado de ir, quizá no me lo hubiera tomado todo tan a la ligera o posiblemente haría todo lo contrario a lo ya hecho. Supongo inherente a nuestra sensibilidad humana el reconstruir una y otra vez esos momentos que de alguna forma nos han marcado y reconstruir una y otra vez nuestras actuaciones en una especie de “espíritu de la escalera” (Diderot en su Paradoxe sur le Comédien, acuña este término como la sensación que tenemos cuando nos viene a la cabeza, demasiado tarde, la acción que deberíamos haber tomado en vez de la que realmente hemos llevado a cabo).

En Inolvidable (Premio Harvey al mejor álbum gráfico), Alex Robinson juega con ese “espíritu de la escalera” haciendo retroceder a su protagonista Andy, un cuarentón que ha decidido recurrir a la hipnosis para ver si así consigue dejar de fumar, a sus tiempos de instituto mediante un sueño inducido en el cual el protagonista tiene una segunda oportunidad para negarse a fumar su primer cigarrillo y así conseguir que en su vuelta al día de hoy no siga fumando. (Chico, ¡qué tontos éramos!, siempre nos había recordado fumando con la intención de parecer guais ante estas universitarias, pero está claro que se están riendo de nosotros… en fin, otro recuerdo manchado)

El argumento puede sonar en parte al de la película “Regreso al futuro”, y en parte he entendido éste como un pequeño homenaje a los años 80, a su música, su estética, su lenguaje y sus películas (las alusiones a la trilogía son constantes durante el desarrollo de la historia).

Con una factura técnicamente impecable, Robinson mejora todavía más la grata sensación que anteriormente me había dado otra de sus obras destacables: “Estafados”, la cual considero que merece otra reseña por su complejidad y su sorprendente desarrollo.

En “Inolvidable”, Robinson consigue sorprender cada vez que se pasa de página. El álbum no es un simple cómic, sino que es una impresionante novela gráfica sobre la madurez, las segundas oportunidades y la búsqueda de ilusiones que se han quedado por el camino. Es capaz de transmitir esa clase de sentimientos que todos llevamos tan bien guardados como el fracaso, la cobardía, el arrepentimiento, o simplemente, el darnos cuenta de que somos unos simples desconocidos para nosotros mismos.

Robinson destila en su obra cierto aroma Carveriano, pinta la cotidianeidad, retrata con precisión como sería una segunda oportunidad, y sobretodo, hace a sus personajes reflexionar, utilizando gran cantidad de recursos para que nos demos cuenta de la diferencia entre lo que el personaje piensa y lo que realmente dice o hace. El autor tiene algo de psicólogo de lo cotidiano, y es capaz de dibujar pensamientos, tristezas, enfados y laberintos internos con gran acierto, juega con la luz en sus dibujos a plumilla en un expresivo blanco y negro al que le sobraría cualquier tipo de color.

Bebe también del cine de Robert Altman (Loco por amor, Vidas Cruzadas, el Juego de Hollywood…) en cuanto a las relaciones entre sus personajes, sus viejos rencores, sus temores ocultos, la pérdida de ilusiones, el realismo sucio que remueve conciencias, la tristeza de lo cotidiano, y sobretodo, hace que te puedas reconocer en sus personajes, que sientas empatía con los mismos, que te des cuenta de que lo que ellos y ellas sienten puedes haberlo sentido tú mismo, en definitiva, juega contigo y te hace pensar en cómo reaccionarías ante las situaciones de la vida misma que se van narrando, en este caso, pensar qué has hecho bien y qué has hecho mal, y lo que harías si eso que dice mi abuela de retroceder en el tiempo sabiendo lo que ahora sabes te haría mejor o si simplemente si el pasado habría que dejarlo como está sin darle más vueltas.